La Torre Del Día y La Noche

















Había una vez una torre alta, muy alta por no decir demasiado alta. Uno podía pararse en la base y mirar hacia arriba y jamás vería el final. Así mismo, aquellos que tuviesen la suerte de –alguna vez- llegar hasta el fin de los cielos, jamás verían el suelo si intentaban hacerlo. De tal magnitud era esta estructura que se la llamó La Torre Del Día y La Noche ya que el sol solo podía observarse en los pisos inferiores. En lo superiores siempre era de noche.

La recuerdo bien, muy muy bien. Allí llegue una vez por motivos diplomáticos. En esa época yo obraba de mediador en asuntos bi y multilaterales amorosos y unos años atrás había ganado mi (infama) fama juntando a un acaudalado príncipe con una doña de un pueblo vecino. Aquella vez resultó ser que, esta mujer sin aspiraciones a nada, era ni más ni menos que la hija extramatrimonial de un dios con quien sabe quien. Ese hecho, fortuito lo admito, salvo mi vida. Y de la misma manera también me condenó para siempre. Al haber descubierto el gran secreto de este Dios (el cual era de temer) empezó una persecución de mi nombre y pusieron precio a mi cabeza. Tuve que moverme en las sombras y trabajar en silencio. Solo aquellos de confianza llegaban a mí, siempre por terceros y amigos, por recomendación o deuda de favores.

Como decía, recuerdo muy bien la mañana en la que vi la torre por primera vez. Vale la aclaración que llegar no era nada fácil puesto que se mantenía escondida en secreto. Una escolta me fue provista a fines de guía y protección. Y después de varias semanas de viaje, la ví. Como algo que mis ojos jamás habian visto, una terrible e inmensa torre de mármol blanco se erguía ante mí. Una gran muralla circular la protegía, con pequeñas almenas para no más de 10 personas a cada 100 metros de distancia. En el medio, un gran puente con estatuas y bustos retorcidos entre enredaderas y vegetación de todo tipo comunicaba lo que seria la entrada con la puerta principal. Miré hacia arriba, recuerdo, y mi vista se perdió con unas nubes allí en lo alto. Sin embargo la torre continuaba hacia lo que parecía el techo del mundo. Pequeñas ventanas se lograban distinguir, incluso algunos grandes y lujosos balcones con finos trabajos de orfebrería. Columnas a los costados de todos los caminos, embelleciendo cada esquina. Guardas florales y piedras preciosas decoraban las paredes y finas hebras de plata y oro escribían la historia del lugar. Sobre el excéntrico arquitecto y el porque de su obra maestra les contaré mas adelante.

Entré al edificio sin demasiados problemas. Ya habian sido avisados de mi llegada (bajo secreto, claro está) y me llevaron sin mucho preámbulo hacia los pisos superiores, donde debía encontrarme con quien correspondiera que me reciba. Una vez más me sorprendí ante tanta opulencia y sofisticación. No había mucha gente transitando, sin embargo todas las mujeres eran de una calidad superior, hermosas y exuberantes. De ojos claros y cabellos rizados rubios algunas, otras de pelo lacio y negro como la noche. Vestían llamativos vestidos y sus cuerpos iban decorados por cualquier cantidad de pulseras, aros, collares y, aquellas que no tenían velo, diademas.

Subimos una ancha escalera de caracol hasta lo que parecía ser un ascensor. Mejor dicho, una plataforma de ascenso y descenso. Allí me recibió un sujeto de mirada torcida y semblante extraño. Su nombre, impronunciable, tenia un dejo mezquino y arisco (era muy perceptible para tales asuntos). Me saludó con una pequeña reverencia, de forma correcta y amable. Me invitó a subir (aquí hubo algo que llamó poderosamente mi atención, además de pisos hacia arriba esta plataforma también podía ser guiada hacia lo profundo de la tierra lo que me advirtió que no solo esta torre se erguía hasta lo mas alto del mundo sino que llegaba hasta alguna profundidad).

A medida que empezamos a subir la luz que se colaba por las ventanas fue apagándose y al cabo de unos pocos minutos éramos iluminados por lámparas, algunas de ellas en las paredes, otras sostenidas por sirvientes. Entonces aquel de nombre impronunciable interrumpió su calma y mirándome a los ojos, pero de forma amable, me preguntó:

- ¿Sabe usted quien lo citó?

- No, respondí, aunque deduzco que aquel quien reina en La Torre más alta.

- Así es, replicó.

- ¿Y sabe usted porque asunto es?

- No, pero estoy seguro que me será comunicado cuando sea necesario.



El Libro De Las Verdades Absolutas
















El libro de las verdades absolutas no es un libro cualquiera. Tampoco podría considerarse un libro, ni siquiera un conjunto de textos, ni ensayos ni notas ni nada parecido. Por más que así se lo llame, de literario tiene poco y nada. Podría decirse que tiene muchas hojas, algunas perdidas y otras agregadas. Una tapa y otra contra tapa, ambas duras y sin identificar autores ni reseñas, eso en este caso no es necesario. Con solo tenerlo en las manos uno ya sabe la primer verdad y es que, en ese libro (vuelvo a repetir, si así lo llamamos) convergen todas las verdades del mundo. Absolutamente todas, sin olvidar ninguna y que dan respuesta a todo aquello que uno alguna vez se preguntó, cuestionó o nunca se creyó. Si sigue una línea literaria o no es algo que no sabría afirmar ni desmentir, la única vez que lo sostuve solo me dieron la oportunidad de abrir una página al azar y leer. En ese momento me aclararon que, sumergirse en el saber absoluto era sumamente peligroso y podía llegar a ser mortal. Incluso me explicaron que la muerte no era lo peor que podía sucederme. Me contaron entonces que la naturaleza humana residía en la sed de conocimiento y que el alma suele anclarse en los sentimientos, lo cual evitaba que esta viva en sintonía con el cuerpo y la mente, destruyendo el equilibrio entre las partes. Un hombre con acceso a todas las respuestas de todas las preguntas llegará a tal punto en que no encontrará significado alguno en la vida. Ni siquiera puede pretender ser un eslabón de traspaso, como un sabio maestro o un erudito de todas las verdades. Leer del libro de las verdades absolutas más de la cuenta conlleva un castigo, universal por supuesto y debe ser comprendido antes de correr el riesgo.

Como dije anteriormente, hubo una noche donde tuve acceso a todas las respuestas. Pude haberme convertido en el hombre mas inteligente si así lo hubiese deseado, intentar quizás buscar el índice y leer las verdades de asuntos como ¿de donde venimos y hacia donde vamos? O por ejemplo ¿qué hubiese pasado si…? Sin embargo no fue ese el caso. A mi, porque me tenían en alta estima, solo me pidieron que abra el libro donde se me ocurra y simplemente lea.

Y no dudé un instante.

Al azar y sin pensar en un porqué lo abrí por el medio. Una hoja de color amarillenta se reveló ante mí. Los márgenes estaban decorados por un sinfín de garabatos en tinta azul, unos pequeños mamarrachos dignos de alguien que mata el tiempo mientras piensa. No había notas adjuntas ni más dibujos, solo un párrafo en letra cursiva, bien acostada hacia la izquierda, propia de un zurdo y coronado por un titulo en mayúscula. El doble subrayado le daba un aire de presencia y ciertamente llamaba la atención. No podría decir en que idioma estaba escrito, no era ninguno que yo conozca ni hubiese leído jamás. Sin embargo era una forma de escribir (si es que se le puede decir a eso idioma) totalmente entendible para cualquier persona en cualquier lado del mundo. Aparentemente no había necesidad de traducción alguna por parte de un tercero, no en este caso. Nada me era desconocido, ni extraño ni ajeno. Solamente una verdad se encontraba ante mí, absoluta e incuestionable, esperando a que yo decida que hacer con ella.

Así fue como me hice acreedor de una pequeña porción de conocimiento verdadero. Nunca nadie jamás iba a poder cuestionarme sobre un tópico en particular, ni discutirme ni justificarse. Y créanme cuando les digo que tener tal ventaja alimenta la vanidad al punto que transformé ese pequeño saber en mi orgullo y tema de conversación en cuanta charla surgía, ya sea en mi casa, en la calle, con amigos o incluso con desconocidos, sobre todo con ellos. Jamás dejaba pasar una chance para demostrar que tan culto y sabio era. Al fin de cuentas yo sabia la verdad absoluta a una pregunta universal que de poco, claro está, no tiene nada.



La Traición de los Valientes















En alguna época de la historia contemporánea, por causas que no puedo explicar (ni mucho menos comprender), se dió lugar un hecho que para quien escribe significó un todo. En contadas ocasiones a lo largo de nuestras vidas, el destino y las casualidades conspiran mutuamente y el resultado de semejante choque de fuerzas son las musas inspiradoras de las situaciones más extrañas, heroicas o terribles. Con el transcurso de los años y sumado a la herencia de anécdotas a través de las generaciones, esos momentos fantásticos suelen transformarse en cuentos y leyendas. Algunas pierden credibilidad, mientras que otras se convierten en inspiración, lección y ejemplo o, incluso, en advertencia. No es ninguna verdad desconocida que el mundo se mueve de manera extraña. Lo curioso es que, cuando uno intenta explicar como funciona la vida, cae inevitablemente en vivencias o fábulas que ejemplifican lo inexplicable. Entonces es cuando uno, convencido de lo que escuchó, cree entender la fina línea entre lo conocido y lo desconocido. Eso, mis queridos, es imposible. Nadie podrá jamás comprender el porqué de tales asuntos, ni siquiera razonarlos, a menos que sean vividos en carne propia. ¿Como explicar el sentimiento que genera el dulce aroma de la tierra en el campo antes y después de una tormenta? La clave no es la explicación, la cual (habiendo vivido las experiencias correspondientes) puede ser correcta, sino la comprensión del concepto por parte del receptor. Solamente aquél que alguna vez haya presenciado una lluvia de otoño alejado de la ciudad, podrá entonces entender el olor característico de tal acontecimiento. A modo de ejemplo, se le puede describir a un ciego un dibujo pero éste podrá hacerse nada más que una vaga imagen del mismo, usando su poder de imaginación a fuerza de percepción. Lo que su mente genere en consecuencia, solo el lo sabe.

Lo que a continuación se relatará, o mas bien, relataré, no es mas ni menos que la crónica de una aventura de vida, un cuento de amor o, inclusive, una descripción detallada de un viaje a lo más profundo de la maldad, el terror, la perversión y el sadismo. Intentaré, para ayudar y facilitar la comprensión del lector, ser lo más descriptivo posible, obviando lo obvio y abriendo las inmensas puertas a un mundo al que no todos tienen acceso. La eterna búsqueda de la felicidad (eterna) y la caída al más bajo de los infiernos. Sucesos y hechos que solamente aquellos que hayan presenciado alguna vez podrán comprender. Una conspiración de fuerzas mayores que se desencadenó de manera lenta y silenciosa, imposible de descubrir a tiempo. Aunque puede decirse que hubo un quiebre, un momento donde se puede hablar de antes y después, un instante exacto donde algo sucedió en el mundo y nada mas volvió a ser igual.


Hijos Del Pecado


















"Entonces llegará el día en que nuestras almas vuelvan a juntarse en el más allá. Y como iguales, sin trampas ni disfraces, nos desnudaremos ante aquellos que juzgarán nuestras faltas. Quedarán al descubierto todas nuestras mentiras, todas nuestras traiciones y, por primera vez, conocerás la honestidad.

Será así como vengaré el puñal, y aunque me condenen al más profundo de los abismos, me iré con una sonrisa, la más perversa y venenosa de todas. Y con tu rostro de tristeza, incluso en el sufrimiento, me darás la razón.

Porque yo, al igual que tu, soy un Hijo del Pecado. Y llegado el momento, lo descubrirás.

Y de una vez por todas, me entenderás.

Esa es mi maldad y tal es mi naturaleza. La de hacer y deshacer, tal como mi voluntad lo desee."

Hacer y Deshacer


Eligiré entre las damas de mi predilección, aquellas que llenen mi paladar con colores exquisitos. Las seduciré con dulces sonrisas y serán... mias.

Rubias, morochas, pelirrojas, traicioneras, fáciles, difíciles, hermosas y no tanto... hasta quedar satisfecho y completo. Entonces sacudiré la suciedad de su inmundicia de mis ropas, y me ire caminando en la noche...

Y podrán encontrarme, siguiendo el aroma de sus perfumes que mi paso dejará en un inconfundible rastro...

Y una vez más me verás... deseando ser mia, quizás, una vez más.

Pero, querida, ten cuidado.

No soy lo que soy y no parezco lo que luzco.

Ya que esa es mi maldad y naturaleza, la de hacer y deshacer, tal como mi voluntad lo desee.